Sin embargo, ninguna de la marcas alemanas había puesto la mira en este segmento hasta la década de los 90. Fue ahí cuando estalló el boom de los hoy tan codiciados SUV Premium. En 1999 BMW hizo lo propio con el X5, un vehículo que muchos de los que estaban acostumbrados a manejar sedanes de la marca alemana veían con incredulidad. Y es que con la llegada del Mercedes-Benz GL un par de años antes, BMW no se iba a quedar con los brazos cruzados. La frase que dice “el que pega primero pega dos veces” no se aplica en este caso, ya que el X5 se ha convertido en un modelo superior.
Frente a su antecesor, el nuevo X5 es 30 mm más largo. Principalmente este crecimiento es para dar cabida al V8 de 4.4 litros. Tal vez a primera vista no detectes los cambios de la carrocería, pero si lo haces a detalle te darás cuenta de la serie de innovaciones que además de relucir cada centímetro del cuerpo ayudan a mejorar la aerodinámica del vehículo. Podemos destacar que este X5 es el primer modelo X en adjudicarse tomas de aire, que se encuentran ubicadas en las salpicaderas delanteras. El nuevo BMW X5 también tiene el mejor coeficiente aerodinámico de su segmento.
Cavernoso es el calificativo que describe a la perfección el interior del X5. En términos de la posición de conducción, se consigue la combinación típica de un SAV de BMW, lo que significa que se puede disfrutar de una posición de manejo alta junto a una sensación deportiva. A pesar de que la segunda generación se destacaba por su amplitud, BMW no quiso pasar por alto este tema y agrandó el espacio de la cabina para mayor confort de los tripulantes de la fila trasera. Cuenta con una mayor versatilidad gracias a que el respaldo de los asientos posteriores es abatible en relación de 40:20:40. Esto permite que el volumen del maletero pueda pasar de 650 a 1,870 litros. Comparado su antecesor gana 30 litros.
Dentro de la ciudad no vas a utilizar los cinco segundos con los que acelera de 0 a 100 km/h, pero este poder te permite aprovechar de manera extraordinaria los huecos formados en el tráfico. Tal vez uno de los puntos flacos de la segunda generación y que fueron mejorados para cerrar más la contienda con Porsche Cayenne es la manera en como toma las curvas. Ahora se siente un vehículo más estable. Gracias a la rigidez del chasis, el trabajo de la suspensión y el sistema xDrive la palabra subviraje no aparece en el vocabulario del conductor. Cuando se llega al limite, entra al quite el DSC para mantener todo bajo control.
Por donde se le mire, este X5 ha evolucionado. Se ha refinado y sabe cómo tratar las múltiples necesidades. Es capaz de manejar en el asfalto o fuera de él, direcciona con mucha confianza y frena de la misma manera.
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