En su andar las tres unidades se encontraron con carreteras de asfalto plagadas de enormes y profundos baches, terracerías en el desierto con temperaturas superiores a los 40ºC, así como muchos kilómetros de lodo y grava. Además, tuvieron que cruzar ríos, rodar en los bordes de las montañas parcialmente bloqueadas por la caída de rocas, una gran altitud y el tráfico denso y errático de las carreteras chinas e indias.
La Ruta de la Seda 2013 fue la prueba de validación final antes de que Range Rover Diesel Hybrid entre a la producción. Desde la casa Solihull, Reino Unido, las tres unidades abrieron paso por Francia, Bélgica, Alemania, Polonia, Ucrania, Rusia, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán, China (incluyendo el Tíbet), Nepal e India. En su trayecto se detuvieron en hoteles, albergues y tiendas de campaña en muchos de los mismos sitios donde los comerciantes, misioneros y mercenarios de la Ruta de la Seda descansaban.
Siete días consecutivos se dedicaron a altitudes de entre 11.000 y 17.648 pies (3.350 y 5.379 metros). En tales grandes alturas, contenido de oxígeno en el aire se reduce del 20% de la potencia, haciendo que el movimiento más difícil para los motores de combustión interna. Pero el Range Rover pudo continuar a buen ritmo, beneficiándose del torque instantáneo proveniente del motor eléctrico. Y es que además de la altitud los vehículos se veían afectados por cargas pesadas, incluyendo el equipaje, alimentos, equipos médicos, neumáticos y bidones de combustible.
Durante todo el viaje épico los Range Rover Diesel Hybrid obtuvieron un consumo promedio de 36 (15 km/l). Cada vehículo utiliza un sistema que combina un motor eléctrico con uno diesel de 3.0 litros. Al unir la potencia de ambos generadores se crean 340 caballos de fuerza.
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